Tras el estreno de la tercera temporada de Black Mirror en Netflix, es un momento perfecto para hacer una retrospectiva de lo que nos ha ofrecido la serie.
Una llamativa serie británica impactó contra nuestras pantallas en diciembre de 2011; su nombre es Black Mirror, y fue creada por Charlie Brooker, que antes había guionizado la exitosa miniserie zombi Dead Set (2008), con la que la primera coincide plenamente en espíritu: refleja de una forma inquietante y oscura el modo en que nos influye a veces la tecnología y otros elementos del mundo moderno. Sin embargo, a diferencia de la ficción de los muertos vivientes y Gran Hermano, una sola idea brillante derribada por sus excesos, Black Mirror constituye una antología de historias episódicas en la mejor tradición de The Twilight Zone (Rod Serling, 1959-2003) pero, como es obvio, más apegada a la realidad probable que esta.
Black Mirror refleja de forma inquietante y oscura el modo en que nos influye a veces la tecnologíaComenzó con la desconcertante, perversa y recordada premisa de “The National Anthem” (1x01), un episodio que dio mucho que hablar en su momento, que protagoniza Rory Kinnear (Penny Dreadful) como el primer ministro Michael Callow, al que acompaña, por ejemplo, Donald Sumpter (Eastern Promises, Game of Thrones) como Julian Hereford, y que muestra, con pinceladas suficientes para resultar verosímil, cómo funciona el entramado de la comunicación globalizada con las incontrolables redes sociales y las competitivas cadenas de televisión, capaces de desestabilizar a cualquier gobierno.
El siguiente capítulo, “Fifteen …